Investigación de José Ortega y Victoria Vargas
Aproximación sociopragmática a las estrategias conversacionales
de los adolescentes
Francisco José Ortega Salamanca
Belcy Victoria Vargas Cortés
Introducción
En el contexto escolar, se observa que uno de los rasgos lingüísticos más relevantes en las interacciones comunicativas de los jóvenes, es el uso y aceptación de expresiones que, desde otros escenarios, son consideradas como descorteses y degradantes de la imagen social. Estas para los adolescentes aparentemente son estrategias conversacionales propias de su edad y tienen como finalidad el refuerzo de los lazos de camaradería y afinidad grupal, pero pueden constituirse, al mismo tiempo, en actos de trasgresión a las normas de convivencia social y amenazar la imagen del otro, cuando esta actitud es replicada en situaciones sociales más formales, como por ejemplo intercambios discursivos con adultos.
Es importante definir cuáles son los estilos discursivos más usados por los jóvenes en sus conversaciones coloquiales. La aceptación de estas formas de habla se refleja en todos los ámbitos, especialmente en el medio escolar, en donde los estudiantes usan entre ellos expresiones malsonantes y peyorativas; actualmente, los adolescentes emplean fórmulas de tratamiento que establecen una brecha generacional que les sirve para demostrar independencia de la norma social preexistente. Sus hábitos lingüísticos se caracterizan por la innovación y expresividad, y por dar lugar al juego del lenguaje, sin importar que en él prevalezcan formas lingüísticas desaprobadas socialmente.
A los investigadores les interesa observar más de cerca las interacciones comunicativas de los jóvenes y el rol que juegan ciertos actos de habla marcados por la inclusión de enunciados soeces que se hacen oportunos en el momento en que se presentan. Al evidenciarse esta situación pragmática, surge la diferencia ideológica con los adultos, quienes consideran inadecuado el uso del lenguaje tabú y las palabras soeces. Rundblom (2013) reconoce que los adultos critican el lenguaje de los jóvenes, porque ostenta una pobreza lexical reflejada en el uso de gran cantidad de obscenidades y groserías.
1. El habla coloquial en los jóvenes: estrategias conversacionales
Muchos autores han disertado acerca del lenguaje de los adolescentes de hoy. Uno de ellos es Vázquez (2007), quien afirma que: El adolescente y el joven están consolidando una identidad personal y social, y el lenguaje les permite nombrarla y elaborarla, a su vez que las interacciones con otros a través de los discursos, les posibilita tomar referentes para su diferenciación como un grupo social diferente a los niños y a los adultos, y con una presencia como sujetos o actores sociales (p. 85).
Cada enunciado puede adquirir connotaciones diferentes que no tienen que ver directamente con su significado literal. Las posibles interpretaciones dependen de factores contextuales tales como gustos, conocimientos, creencias, supuestos, opiniones, los cuales rodean el acto comunicativo mismo y son plenamente conocidos por los participantes. Muchos de estos factores se evidencian en las conversaciones coloquiales de los adolescentes del Grado Décimo, por ejemplo:
C: ¿Mucho jartar?
B: Qué gonorrea, marica. El día de las fiestas, gueón, estaba estaba rejarto
C: Yo estaba peor, guevón A: En cambio, yo estaba en mi casita todo bieeen
B: ↓ ¿Sí? ¿Qué le dijo su cucho? Ese porrón es una camuflas mijo.
En el anterior fragmento de una conversación, tomado durante una de las horas de descanso de los estudiantes en el patio central de la institución, los jóvenes hablan coloquialmente sobre las fiestas de Nobsa y su participación en ellas. Es clara la forma como los interactuantes utilizan palabras soeces y malsonantes, con fines muy distintos al de la agresión a la imagen del otro.
2. Aproximación socio-pragmática a las conversaciones coloquiales de los adolescentes
La pretensión de un enfoque socio-pragmático establece una consideración del uso del lenguaje en función de premisas socioculturales que determinan cómo utilizamos el discurso y para qué lo hacemos. Efectivamente, el contexto adquiere relevancia desde esta perspectiva. Para Leech (1983), la Sociopragmática es una línea de la Pragmática que permite el estudio de las “condiciones más específicas correspondientes a un determinado uso del lenguaje” (p. 54). Esta disciplina es la que estudia el uso de la lengua en su contexto de forma más determinada, teniendo en cuenta los componentes sociales y culturales.
Queda claro que el habla de los individuos está influenciada por su relación con el contexto, con respecto a sus posiciones sociales, su familiaridad, así como con la gravedad de la imposición expresada por el acto de habla. De acuerdo con cada grupo social, las estrategias conversacionales de los hablantes se presentan desde los discursos propios de esa comunidad.
Las comunidades de habla se organizan alrededor de sistemas locales de conocimiento y conducta social. Tal es el caso de los adolescentes quienes están en una búsqueda continua de una identidad que los diferencie de los adultos y de los niños y se sirven de formas de comunicación particulares que se alejan, en alguna medida, de la norma estándar de la lengua. En este afán por establecer su propia jerga, los jóvenes prefieren usar expresiones disfemísticas, y estrategias conversacionales que, desde otros escenarios, son consideradas como inapropiadas.
3. Metodología
El estudio de las estrategias conversacionales juveniles se desarrolla dentro del marco de la Etnografía de la comunicación, a partir del Análisis Conversacional, puesto que se trata del análisis de las formas lingüísticas propias de una comunidad de habla y que se presentan en el momento mismo de la interacción comunicativa.
Sacks, Schegloff & Jefferson (citados por Tusón, 2002) afirman que: “El análisis de la conversación se propone revelar de qué manera los aspectos técnicos del intercambio verbal se constituyen en los recursos estructurados, organizados socialmente, por medio de los cuales los participantes realizan y coordinan actividades hablando-en-interacción” (p. 134).
Entre los instrumentos aplicados para la presente investigación, además de las encuestas a docentes y estudiantes, se le dio primordial importancia a las grabaciones espontáneas de audio y video, de conversaciones informales en actividades fuera de las aulas (descansos, encuentros deportivos, entre otros). Estos permitieron conocer, a través del análisis de ciertas categorías pragmáticas específicas, aspectos de la vida de los adolescentes, tales como su forma de hablar, sus creencias, sus sentimientos, su ideología y su interacción.
4. Análisis de resultados: Estrategias conversacionales de afinidad grupal
No es extraño escuchar a menudo a los jóvenes usando expresiones como: hijueputa, sapo, bobo, perro, parcero, mamita, gay, ñero, gonorrea, loca, pichurria, baboso (a), mijo, entre otras. Esta constante ya ha sido estudiada por Zimmermann (2002) quien afirma que los jóvenes consideran ser más directos y sinceros para interactuar con sus pares, sin sentir afectada su imagen o la de los oyentes por el uso de este lenguaje tabuizado y disfemístico.
La siguiente tabla refleja los resultados de la investigación en relación con las estrategias conversacionales más usadas por los estudiantes de Grado Décimo de las instituciones educativas Técnica de Nobsa e Integrado de Cómbita, en sus conversaciones coloquiales.
No se puede negar que algunas de estas expresiones son también utilizadas con fines de agresión a la imagen social del otro, cuando los contextos y las circunstancias socioculturales lo ameritan.
En cuanto a las respuestas allegadas por los estudiantes en lo atinente a la agresión de su imagen por parte de sus compañeros, las expresiones lingüísticas que más hieren la susceptibilidad del agredido son los insultos dirigidos a su familia y los ataques directos a la autoestima: ¿En qué momento las expresiones que usas como camaradería con los demás compañeros te ofenden?
En sus interacciones comunicativas los hablantes usan expresiones lingüísticas que sirven para dirigirse la palabra entre sí, para iniciar la conversación o para insinuar cambios de turno, entre otras finalidades. A esas formas lingüísticas se les clasifica como fórmulas de tratamiento y entre ellas se encuentran unas de carácter fijo como los saludos, las expresiones de cortesía y los títulos, entre otras, y unas que pueden variar de acuerdo con diversas circunstancias pragmáticas.
Es importante recalcar, sin embargo, que los adolescentes se adaptan en sus fórmulas de tratamiento a las circunstancias de cada intercambio verbal. Es por esto que, en sus conversaciones formales, por ejemplo con docentes, su manera de expresarse es más cercana a la lengua estándar y tratan de evitar el uso de su jerga.
El estudio sociopragmático del que se da cuenta aquí, también permitió evidenciar que, entre las diversas fórmulas de tratamiento existentes, los adolescentes dan mayor preponderancia a los apelativos, las expresiones fijas y los apodos, siendo los primeros la estrategia comunicativa más repetida en sus discursos, incluyendo términos como mijo, hijueputa, perro y pichurria, entre otros.
La ironía es otra de las estrategias de afinidad y pertenencia grupal usadas por los estudiantes de la muestra, que consiste en la expresión de un pensamiento en un enunciado, cuyo nivel semántico refleja una idea diferente e incluso contraria a lo que pretende expresar el emisor. El contexto en el que se presenta el enunciado irónico debe aportar los indicios que permitan la desambiguación del mensaje.
Entre hablantes en edad adolescente, la aparición de enunciados irónicos en conversaciones coloquiales es bastante común. Generalmente entre miembros de un grupo con afinidad social, son utilizados para darle un toque de humor a la conversación, llegando en pocas ocasiones a convertirse en expresiones de burla u ofensa hacia el ironizado.
En cuanto a la estrategia del insulto, las conversaciones coloquiales de los adolescentes son un medio rico en esta clase de actuaciones lingüísticas. A pesar de ello, se debe tener en cuenta que en los intercambios verbales espontáneos, la mayoría de los insultos pertenecen a lo que Labov (1972) denominó “insultos rituales” y las demás manifestaciones insultantes van dirigidas, en su mayoría, a terceros ausentes de la conversación. Fuentes (2008) afirma que el uso del insulto puede tener como finalidad: “Crear una relación social agradable, positiva con la imagen del otro: entonces atenúa, reduce al eufemismo.
En una encuesta aplicada a estudiantes como parte de las etapas de investigación, se observa la presencia de estrategias conversacionales con cierto grado de agresividad verbal:
¿Cuáles expresiones coloquiales o de camaradería escuchas más entre tus compañeros?
Las respuestas permiten notar la familiaridad con la que los jóvenes de la muestra usan y aceptan, como parte de sus hábitos lingüísticos, palabras soeces, ofensas y groserías, que se convierten en muestras de afinidad y pertenencia a su grupo social.
Conclusión
Los jóvenes de grado décimo de las dos instituciones estudiadas adaptan de manera natural su lenguaje para acomodarse a las circunstancias contextuales de la conversación, pasando de la descortesía a la cortesía de manera ágil. Teniendo en cuenta que al interior de cada grupo social sus miembros tienen como primer objetivo demostrar la pertenencia al mismo y su grado de afiliación, es natural que los hablantes usen estrategias tendientes a la consecución de esa meta. Las expresiones lingüísticas escuchadas en conversaciones coloquiales, entre estos estudiantes, en escasas circunstancias se consideraron causa de conflicto en la comunicación, ya que estos actos de habla son conocidos y aceptados por todos los participantes y forman parte de su léxico diario en esos espacios donde la actividad grupal es predominante.
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